Estamos en momentos de alta incertidumbre, tanto que, a junio de 2017 los índices de confianza se mantienen en niveles negativos. Y en momentos como estos, los Fideicomisos son, aún más, una excelente alternativa para celebrar negocios.
El Fideicomiso, administrado por una Fiduciaria vigilada por la Superintendencia Financiera cumple las instrucciones del contrato fiduciario; así genera confianza para las partes. Veamos algunos ejemplos.
En un proyecto de construcción de apartamentos, los compradores aportan recursos al Fideicomiso para que se inviertan hasta que se cumplan ciertos requisitos que
otorguen viabilidad al Proyecto. Cumplidos los mismos, los recursos se destinarán únicamente al desarrollo del Proyecto. Así mismo, es una garantía para el dueño de la tierra que la aporta al Fideicomiso y acuerda con el constructor que la misma se pagará con parte de los apartamentos a construir y un porcentaje de las utilidades del proyecto. En ambos casos, en el evento de no acreditarse los requisitos, se devolverán los recursos y se restituirá la tierra a su dueño.
En las promesas de compraventa, el Fideicomiso es un complemento o reemplazo. El vendedor de un local comercial lo aporta al fideicomiso y el comprador es beneficiario del mismo; con el pago del precio se ceden los derechos fiduciarios al comprador o se le transfiere el inmueble. Esta operación que genera tranquilidad a ambas partes.
Para padres de familia que han consolidado un patrimonio familiar, podrán aportar a un fideicomiso sus bienes, ceden los derechos fiduciarios a sus hijos, y se reservan el usufructo y la facultad de dar órdenes en el fideiocmiso. Así, los padres garantizan sus ingresos y a su fallecimiento, los hijos decidirán si mantienen el fideicomiso.
Estas ventajas de los fideicomisos se complementan con otras ventajas: facilitan la vida, son confidenciales, tienen un Gobierno, sirven para temas sucesorales, entre otros.
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